Unas negras y densas nubes enlutaron
al cielo paciente dejando atrás
al sol cálido de verano ardiente
un relámpago furioso, se puso
rojo de ira que quebró la paz del techo
de la tierra amenazada por el inminente
diluvio imperdonable y un temible trueno
que hacía temblar a los árboles sorprendidos
por la brusca aparición del impotente rayo rosado
y electrizante que desaparecía tan pronto
como aparecía..
Otro relámpago que obligó a las obedientes nubes
negras a unirse sin dejar un rastro del cielo
azul-celeste que había amanecido con un sol radiante,
volvió a aparecer burlándose del universo.
Los colibríes tristes, se escondían
en sus refugios esperando la llegada
de lo desconocido, las voluminosas nubarrones,
al unirse se produjo un estruendo terminando
por derramar sus líquidos incoloros para vaciar sus bodegas.
La tierra sedienta, tragaba sin cesar
después de tantos días sin beber,
las flores cerraron sus pétalos para proteger
a sus néctares, las abejas se refugiaron
ante la caída del agua fresca...
Las ramas de los árboles que rodeaban al patriarca
anciano ombú, meneaban sus cabezas al recibir
las gotas gruesas y granizos blancos
que las nubes parecían regalar caramelos
a los ávidos girasoles quienes bajaban sus cabezas.
Un impertinente relámpago tocó con su punta
la copa del ombú anciano, que derrumbó precipitadamente
los girasoles al ver morirse el ombú,
bajaron más aún hasta doblar sus delgados
tallos verdes con sus hojas caídas en señal
de duelo...
El cielo seguía enlutado, sobre las tierras
posaban los trigales doloridos, doblados hacia abajo como
rezando las plegarias de la naturaleza por la
muerte del anciano ombú.
El ombú, perdido ya su color, yacía sobre sus raíces
que estaban entrecruzadas entre si como las manos
entrelazadas de un muerto sobre su pecho.
Los pajarillos cantaban tristemente y
velaban al viejo ombú...
Así se realizó el funeral del ombú...
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