Las
olas rugían embravecidas contra las rocas duras,
Plantadas
en lo más firme de la tierra,
Las
ostras y los caracoles chocaban entre sí,
E
iban a descansar en las playas desérticas,
Húmedas
y tranquilas...
Las
aguas subían
y bajaban como si dudasen
De
invadir las inocentes playas.
Un
cangrejo solitario salió de su escondite
Para
refrescarse en las aguas saladas
Pero
el mar furioso con sus olas
Como
brazos lo atrapó sin piedad para arrojarlo
Contra
las rocas erguidas con orgullo demostrando
Su
valentía ante las temibles espumas invasoras.
Neptuno,
el Rey del Mar estaba feroz,
Ordenaba
a sus súbditas olas que
Castigasen
a los pescadores por su
Despiadada
cacería de los inocentes vivientes de los mares.
Una
barca rota, destruida, navegaba desesperadamente sin rumbo,
En
su interior los peces ahogados daban olor a podredumbre,
Los
náufragos flotaban entre las potentes olas
Que
los empujaban sin cesar hacia las playas tranquilas.
Un
aldeano del lugar corrió apresuradamente
Hacia
los náufragos tratando de socorrer
Y
encontró cadáveres de los pescadores y replicó:
“El
Dios Neptuno se ha ofendido y ha cumplido su justicia...”
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