Enfrentamiento

 

Apoyada sobre una lejana montaña

estaba yo espiando los movimientos

del rey de la selva quien se aprestaba

a atrapar su codiciada presa: yo.

 

Rugidos fuertes, que hacían temblar

la tierra húmeda removida por culebras,

insectos y plantas carnívoras que a todo lo

que pasaba por su lado, devoraban ferozmente.

 

La selva desvirginada por los codiciosos

exploradores y colonizadores ambiciosos

de tierras ricas y atrayentes,

las palmeras bailaban al son del viento,

los grillos cantaban al compás de la brisa

cálida de la selva misteriosa.

 

Los aullidos de los monos provocaban

huidas de los animalitos asustadizos,

el rey de la selva se abría paso entre

las malezas como si fuese su séquito,

su cabellera dorada caía sobre

sus fuertes músculos, ojos brillantes

pardos muy dulces, y al mismo tiempo fieros que

no perdían de vista a su presa...

 

Su estómago hambriento me reclamaba

fresca y viva,

y despaciosamente caminaba como una verdadera

Majestad...

Sus ojos se fijaban en mí tratando de

desarmarme con su dulzura y atracción...

 

La indiferencia me vencía... y

me alejaba escondiéndome más

aún; pero decidí  salir

y vencer la batalla inminente.

 

Enfrenté, pero mi temor es reemplazado

por sorpresa. Había sucedido algo

inaudito, me acerqué...

El rey de la selva, se había alejado tras

comer los restos de un cadáver

tirado entre las malezas...

 

 Volvióse para mirarme

por última vez y lanzó su último

rugido como anunciándome su agonía...

 

Me acerco más, ya sin temor sino

curiosidad, el león bravo yace

en la tierra inundada de sangre

provocada por un proyectil lanzado

por un salvador: mi conciencia.

 

Miré mi arma y descubrí que faltaba

una bala...